quiero contar una historia no particular e irresponsable.
una historia que no tiene analogías, no tiene claves, no tiene vueltas de tuerca,
no lleva figuras literarias ni palabras rebuscadas, solo tiempos verbales confusos e inexactos y, en este punto, irrelevantes.
todo empezó un día que decidí tomar el camino de la izquierda en vez del de la derecha y ya adentro del lugar decidí acercarme a un grupo desconocido, en vez de caminar de frente hacia el paradero, como estimaba que yo iba a hacer.
actualmente todo fue una cuesta. la verdad es que no sé si una cuesta arriba o una cuesta abajo porque, ya en este punto, a veces siento que escalo cuesta arriba y otras, que ruedo cuesta abajo. estas historias son como esas curvas trigonométricas que no aprendes en el colegio y que solo memorizas porque es el deber, resolviéndola en un infeliz piloto automático.
he de confesar que mi más reciente viaje astral fue, en el fondo, un plan para olvidar toda esta historia. sin embargo, acá estoy, sentada en mi habitación, buscando memes de gatitos que no me hagan ver tan ridícula. a veces quisiera confesarle a alguien que sigo pensando en esas historias que parecen de terror y sigo fascinada por la forma en que veo cómo se va desmoronando todo, como paredes hechas de papel.
un día de los varios en los que va transcurriendo esta historia sé que todos los componentes usaron todas sus fuerzas para incendiar cada milímetro de cada palabra escrita y dicha en aquellas paredes de papel. y renunciaron a sí mismos para tomar cualquier acción, siendo así desleales consigo mismos. apostaron todo a generar una reacción inevitable y forzosa que muestre de qué somos capaces y hasta dónde podríamos amarnos.
yo creo que este tipo de historias, tan confusas, te llevan a lugares donde no sabes si cada momento de felicidad es un momento de tristeza también y donde cada amargura termina con una sonrisa en un rostro. esas cosas que tienen los humanos... que son inentendibles y para las que quisieras tener un manual.




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